Celebrar la Independencia Nacional en un determinado día significa remembrar un hito
destacado en el calendario nacional de festividades o efemérides. Hecho Histórico, histórico
porque no se repite, ni puede repetirse, ya que trasciende a la misma fecha, toda vez que,
como tal tuvo antecedentes y consecuencias únicas e inherentes a su propio proceso.
Nuestro propósito en ese ese sentido está orientado a rescatar los sucesos previos
directamente relacionados con esa fecha histórica y a las personas, en este caso convertidos
en personajes; así como, a las instituciones que promovieron, colaboraron y ejecutaron
actividades, que de un modo u otro culminaron con la Independencia Nacional.
Por ello, no se puede dejar de mencionar el auspicio y la participación directa, discutible o no,
de Logias Masónicas que actuaban durante los siglos XVIII y XIX en los Virreinatos de España en
América, así como aquéllas que desde Europa aupaban los movimientos independentistas que
se gestaban en América.
Por otro lado, no es menos importante, citar aquéllos que han contribuido significativamente
con actividades libertarias vinculados directamente con las Logias masónicas; sean como
colaboradores o activistas que se convirtieron en figuras destacadas en las guerras de la
independencia. Por ello, se puede correlacionar la presencia de las logias masónicas en la
gesta de la independencia y la participación directa de hermanos masones en los movimientos
revolucionarios que contribuyeron a la creación de las repúblicas en el continente americano.
En aquellas épocas por su participación en los movimientos sus reuniones se hacían en
secreto, se hallaban confundidos muchas veces como clubes patrióticos. Los masones para
lograr el cometido de ver a su patria libre se transformaron en mensajeros, emisarios o
soldados. El éxito que tuvieron a través de los años se debe fundamentalmente a que sus
miembros estaban obligados a la fidelidad y al silencio. Su intervención fue determinante para
la independencia peruana y a fundación de la Republica.
Para el caso del rompimiento del lazo colonial hubo personajes americanos muy influyentes
que desde Europa propulsaron las ideas independentistas y formaron las primeras logias en
Sudamérica.
Cabe destacar a Francisco de Miranda y Rodríguez, natural de Venezuela, como precursor e
ideólogo de la independencia americana quien fundó en 1797 en Londres, la “Logia Gran
Reunión Americana”; luego en Madrid, la “Junta de las Ciudades y Provincias de la América
Meridional”, que más tarde fue conocida como la “Logia Mirandina” esto en honor a su
fundador, y a la que pertenecieron entre otros Simón Bolívar y sobre todo el peruano José
Olavide y Jáuregui cofundador de estas logias y de gran participación en las Cortes de
Cádiz. Francisco de Miranda fue partícipe de la Independencia de los Estados Unidos, de la
Revolución Francesa y posteriormente de la Independencia de Venezuela. Uno de sus objetivos
era la lucha por la libertad hispanoamericana.
En lo que se refiere a José de Olavide, político, jurista, escritor, profesor uniersitario,
funcionario de la Real Audiencia de Lima, se le vincula con las actividades que desarrollaba
Francisco de Miranda en Europa. En 1798 Miranda escribió a un agente suyo para decirle que
si Pablo de Olavide desembarcaba en Inglaterra lo acogiese como “si fuese otro como él”.
Olavide fue asociado por Miranda en sus conversaciones con los estadounidenses e ingleses
sobre la independencia de la América española entre 1797 y 1798
Las actividades que desarrollaba Olavide motivaron las investigaciones de la Inquisición de
Sevilla y las denuncias de la Inquisición de Córdoba que fueron a parar al Consejo de la
Suprema Inquisición, que era el único que podía juzgar a Olavide, tanto por su alcurnia como
por el cargo público que ostentaba. El 31 de octubre de 1775, el inquisidor general dirigió al
rey Carlos III una petición para proceder contra Olavide. El monarca aceptó la petición. El 14 de
noviembre de 1776 fue detenido en la casa en la que vivía en Madrid. Luego encarcelado en la
prisión de la Inquisición y, durante dos años, nadie en el exterior supo de él. Entre las 146
acusaciones se le atribuía poseer libros prohibidos de autores como el enciclopedista francés
Jean d'Alembert; de Montesquieu,“L'Esprit des Lois”; de Voltaire, sus 24 obras.
La prisión de Olavide recibió atención y preocupación en Europa. El 20 de diciembre de 1776 el
periódico Metra informaba desde Versalles de la detención de Olavide. El 28 de diciembre el
enciclopedista D’Alambert escribió a Voltaire para informarle que el rey de España había
vigorizado la Inquisición más que nunca. En febrero de 1777 Federico II Rey de Prusia, quien
presidia una Logia en Charlottemburgo respondió a una carta de d'Alembert, en la que le
preguntaba por su opinión sobre lo que ocurría en España.
El 16 de agosto de 1779, en la logia “Neuf Soeurs”, en presencia de personalidades
como Benjamín Franklin, el poeta Roucher leyó el canto XII de su poema «Les Mois», donde se
habla con metáforas de la condena, que la Inquisición española le aplicó a Olavide.
Las autoridades de aquella época, los persiguieron por sus ideas y acciones, tildándolos con
todas las injurias conocidas, pero aun así los masones del sur y del norte siguieron su camino
trazado, que los llevó hasta la victoria, y consiguieron finalmente la Libertad del Nuevo
Continente.
Haciendo un poco más de historia, en los años de 1550 en Chile se sublevó el caudillo araucano
Lautaro, quién se inmortalizó en la batalla de Peteroa en 1557, haciéndole justicia a este
personaje la masonería creó en América las Logias Lautarinas, que son una derivación de las
Logias de Cádiz, y que en un primer momento fueron creadas como la “Sociedad de Caballeros
Racionales”, por masones que pertenecían a la Logia de Londres, y por quien fuera también su
fundador el argentino Carlos de Alvear. Estas Logias Lautarinas se desarrollaron no sólo en esta
parte de América sino también en México.
En cuanto a la presencia de la masonería en territorio del Virreinato del Perú, el documento
más antiguo sobre masonería conocido hasta la fecha, data del año de 1751, documento que
fue emitido por la Suprema, en donde manifiesta que se ha alcanzado la lista de militares o
políticos que se hubiesen presentado voluntariamente a confesarse como tales (masones).
Las primeras noticias registradas sobre las actividades de los masones en el país datan del año
de 1804, con la aparición de la Logia de Lima, que también fue conocida como la Logia
Lautarina de Lima; en 1816 inició sus actividades la Logia Lautaro de Arequipa; en 1818 la Logia
Lautarina de Trujillo; asimismo, por esos años la Logia “Estrella Blanca” o “Unión Justa” en
Lambayeque y en 1821 la Logia “Paz y Perfecta Unión Nº 1”, en Lima. Hasta el año de 1821
existieron en el Perú muy pocas Logias o muy pocas conocidas, tal vez porque querían pasar
desapercibidos debido al celo español y a evitarse represalias e injustos encarcelamientos.
Lamentablemente, la intervención de la Masonería en la gesta emancipadora no ha sido
reconocida como debe ser; razones hay, una de ellas es que históricamente la masonería,
nunca se ha vanagloriado del gran aporte que ha brindado a la humanidad, porque ella no
persigue glorias, y siempre ha realizado un trabajo desinteresado y silencioso; otra de las
razones podría ser, que siempre la han considerado y confundido erróneamente como una
Sociedad Secreta, por lo que se ha preferido mantener un mutismo.
De acuerdo a documentos históricos peruanos la Logia Lautaro de Lima en 1820, estuvo
conformada por José de la Riva Agüero, Juan Antonio Álvarez, José de San Martín, Hipólito
Unanue, Bernardo O’Higgins, José La Mar, Faustino Sánchez Carrión, Francisco Javier Luna
Pizarro, José Baquíjano y Carrillo, Juan Miller, Francisco Javier Mariátegui, Bernardo
Monteagudo, José Joaquín Olmedo, Toribio Rodríguez de Mendoza, Francisco de Paula Quiroz,
Tomás Iriarte, Manuel Pérez de Tudela, Manuel Blanco Encalada, Mariano José Arce, Gregorio
Tagle y Matías Vásquez de Acuña.
La participación de la masonería en el movimiento independista data desde el año de 1742,
fecha en la que apoyaron la sublevación de Juan Santos Atahualpa en el Gran Pajonal; a partir
del año 1780 los masones estuvieron a la cabeza de los siguientes movimientos; en la ciudad
de Cusco, con José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II; el levantamiento de Oruro en el
año 1781, sus cabecillas Tomás Catari y Túpac Catari.
En el año de 1805 en la ciudad de Cusco con Gabriel Aguilar y Manuel Ubalde; en el año de
1811 en la ciudad de Tacna, el levantamiento de Francisco de Zela; en el año de 1812 en la
ciudad de Lima, la conspiración del masón José Baquíjano y Carrillo; en ese mismo año se
dieron los movimientos de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes, cuyos caudillos fueron Juan José
Crespo y Castillo, Domingo Berrospi y Juan Antonio Navarro; en el año de 1813 en las ciudades
de Arequipa Tacna y Tarapacá con la insurrección de Juan Francisco Paillardelle y Pedro José
Calderón de la Barca; en el año de 1814 en la ciudades de Cuzco y Arequipa, de los hermanos
Angulo Torres, Mariano Melgar y Matías Pumacahua; en el año de 1818 en el Callao, de José
Gómez, Nicolás Alcázar y Casimiro Espejo; en el año de 1819 en la ciudad de Lima, de José de la
Riva Agüero, Mateo y Remigio Silva.
En principio la actividad masónica que se desarrollaba en diversas ciudades del país fue de
espionaje, luego fue de adoctrinamiento, finalmente cuando San Martín llegó a Huaura fue la
de engrosar las filas del ejército, proveerlos de animales, carretas, alimentos y pertrechos. En
Arequipa sus principales miembros eran: José Corbacho y Abril, Fernando López Aldana,
Mariano Melgar, Manuel Arce, los curas Córdova y Zenteno Párrocos de Salamanca y Cailloma;
en Trujillo Luís José de Orbegoso, José Tagle y Portocarrero, José María Monzón, Inca Yupanqui
y Jacinto Rebaza; en Lambayeque: Juan Manuel Iturregui, Pascual Saco Oliveros, Juan del
Carmen Casos y Antonio López y Vidaurre.
No se puede dejar de mencionar a personas comunes, patriotas que atendiendo al llamado de
su conciencia dieron su vida colaborando directamente en el proceso revolucionario que
coadyuvo a la independencia del Perú. Caben destacar, entre otros, a la dama ayacuchana
María Parado de Bellido, hoy considerada heroína; y, a José Silverio Olaya Balandra, como
Mártir. Ambos se destacaron por el valor y coraje que tuvieron para cumplir su misión
negándose a delatar o entregar información que se les había confiado.
El final de la lucha por la emancipación no terminó con la proclamación de la Independencia,
había aún mucho camino por recorrer y muchas batallas que pelear, lo que iniciaron los
masones José de San Martín, José La Mar, Bernardo O’Higgins y muchos otros peruanos. lo
terminaron los masones José de la Riva Agüero, Simón Bolívar y José Antonio de Sucre.
De una manera muy particular se menciona también la labor realizada por muy destacados
hermanos masones que contribuyeron a los movimientos libertadores de nuestra patria,
colaborando con recursos personales y desempeñando posteriormente cargos importantes al
llamado de los ejércitos libertadores. Ellos fueron Juan Manuel Iturregui y Aguilar, Pascual Saco
Oliveros y José Rivadeneyra Tejada, naturales de Lambayeque. Sus carreras masónicas los llevo
a alcanzar cargos y grados elevados dentro de la francmasonería y en el mundo profano.
Por lo narrado en este pequeño trabajo se puede colegir palmariamente y sin duda, que la
participación directa de los Hermanos Masones, procedentes de distintas logias masónicas, en
la gesta de la independencia, fue trascendental para alcanzar los propósitos de romper las
cadenas que sujetaban a los pueblos americanos a la corte de España.
Para finalizar, se recuerda que la Francmasonería es una Escuela de Aprendizaje, su mensaje al
mundo ha sido y será siempre, que el hombre debe vivir dentro de los parámetros de
“Libertad, Igualdad y Fraternidad” postulados que esperan sean también los ideales de esta
humanidad que no termina de aprender de sus errores.
Lima, 22 de julio de 2025
M:.M:. Alfredo M. Rondon Castro
B:.R:.L:.S:. Delfos No.3.
Jurisdiccionada a la Serenísima Gran Logia Nacional del R:.E:.A:.A:. del Perú