jueves, 25 de septiembre de 2025

El piso mosaico en Masonería.

 

Apreciación desde el ritual y el Manual del Aprendiz de Lavagnini

El ritual de iniciación y el Manual del Aprendiz de Aldo Lavagnini muestran al piso mosaico como un símbolo central para el proceso iniciático. Para el aprendiz, el símbolo no solo representa la vida externa con sus claroscuros, sino también su mundo interior, donde debe aprender a armonizar sus sombras con sus luces. El blanco y negro del piso no son enemigos, sino partes necesarias que juntas crean el camino. El iniciado debe comprender que la sabiduría no está en rechazar ni sólo en aceptar las dos caras, sino en caminar consciente de ellas, vigilante y equilibrado en cada paso. El límite que protege el pavimento nos invita a respetar las normas de la logia, la fraternidad y la disciplina interna que son el marco para su desarrollo. Esta "cuadrícula" simboliza también la búsqueda del orden, la estabilidad y la estructura necesarios para el crecimiento personal, social y espiritual. El piso mosaico, en suma, nos señala que la verdadera iniciación es un viaje que requiere tolerancia, equilibrio, respeto y constancia, pues solo así se puede avanzar hacia la luz y la verdadera comprensión.



El piso mosaico es un símbolo masónico muy importante que representa la dualidad de la vida mediante un patrón de cuadros blancos y negros que se alternan. Este pavimento, ubicado en el centro del templo o logia, refleja la coexistencia de opuestos en el mundo: luz y oscuridad, bien y mal, vida y muerte. Es una representación gráfica de cómo en la existencia humana siempre hay fuerzas contrapuestas que debemos entender y equilibrar.

El significado de que sea blanco y negro está en que estos colores expresan las dos caras de la realidad: lo positivo y lo negativo, lo visible y lo oculto, que conviven en la vida y que guían la experiencia moral y espiritual del masón.



El piso está limitado en su perímetro por un borde dentado, que para algunos autores representa la unión eterna de los masones en fraternidad, una unión que mantiene la armonía pese a las diferencias individuales. También se dice que ese límite señala la frontera del espacio sagrado donde se llevan a cabo las enseñanzas y el trabajo masónico.



Mi apreciación personal basada en el ritual y el manual de Lavagnini es que este símbolo nos invita a reflexionar sobre la importancia de reconocer y aceptar los opuestos dentro de nosotros mismos y en el mundo. El piso mosaico nos enseña que no podemos vivir ni entender la luz sin la sombra, ni el bien sin el mal, y que la verdadera sabiduría está en buscar equilibrio y sentido en esta pluralidad. Más allá de ser un adorno, es un recordatorio constante para el aprendiz y el hermano para avanzar en su transformación personal con humildad y discernimiento. el piso mosaico nos conecta también con los "pares de opuestos" y la multiplicidad que engendra la dualidad, enseñándonos que el trabajo masónico es un camino para superar la ignorancia y alcanzar un conocimiento más profundo y racional, no solo superficial o sensible. El piso mosaico tiene cuadros blancos y negros alternados Simboliza la dualidad: luz y oscuridad, bien y mal. El borde dentado limita el espacio como símbolo de unión fraternal.

Invita a buscar equilibrio entre opuestos en la vida y en uno mismo. Es un recordatorio para el trabajo personal del masón en su camino.

El piso mosaico, para el iniciado, no es solo un símbolo decorativo, sino un mapa visual y un maestro silencioso que le enseña a aceptar la dualidad de la existencia, a respetar los límites del espacio sagrado masónico y a comprometerse con una búsqueda constante de equilibrio, luz y fraternidad. Este símbolo es fundamental para comprender que el camino masónico es un viaje de transformación personal que abraza tanto la luz como la oscuridad para crecer en sabiduría y hermandad.

Es la primera lección simbólica sobre la complejidad y ambigüedad de la vida. Así como caminamos sobre un suelo de contrastes, debemos aprender a reconocer que en la vida no existen absolutismos, sino que todo tiene su par opuesto, y al comprenderlo se busca un equilibrio que nos permita avanzar con sabiduría. El iniciado al pisar este piso recuerda que su crecimiento personal pasa por manejar estas dualidades dentro de sí mismo. No es solo blanco o negro lo que hay en uno, sino una mezcla que hay que equilibrar.

 


En mi iniciación masónica, me ofrecieron dos bebidas con sabores opuestos: una bebida amarga y otra dulce. Al beber la amarga, sentí cómo simbolizaba las pruebas y dificultades por las que todos debemos pasar en la vida. Reconocí en ese sabor el sufrimiento, las equivocaciones y los miedos que forman parte de mi camino hacia el crecimiento personal. Es un recordatorio de que debo aceptar los momentos difíciles como parte esencial de mi aprendizaje y fortaleza interior.

Luego, al beber la bebida dulce, comprendí que simboliza la paz, la serenidad y las recompensas que vienen tras superar esos obstáculos. Esa dulzura me invitó a valorar los momentos de alegría, satisfacción y armonía que también son parte de mi existencia. El contraste de ambas bebidas me enseñó que en mi vida habrá siempre luz y sombra, experiencias dulces y amargas, y que mi tarea es aprender a vivir en equilibrio y fraternidad ante todas ellas.

En este rito, el compromiso que asumí se manifiesta en que si alguna vez traiciono los valores y juramentos masónicos, lo que es dulce para mí se volverá amargo. Por eso, al aceptar estas bebidas, también acepté vivir con responsabilidad, sabiduría y coraje, integrando en mí la aceptación de la dualidad de la vida para avanzar con luz y verdad en mi camino masón.

 

Es mi palabra V:. M:.

Q:. H:. Carlos Davila Mestanza

Apr:. Mas:. de la B:. R:. L:. S:. Delfos N° 3

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