Apreciación desde el ritual y el Manual del Aprendiz
de Lavagnini
El ritual de iniciación y el Manual del Aprendiz de
Aldo Lavagnini muestran al piso mosaico como un símbolo central para el proceso
iniciático. Para el aprendiz, el símbolo no solo representa la vida externa con
sus claroscuros, sino también su mundo interior, donde debe aprender a
armonizar sus sombras con sus luces. El blanco y negro del piso no son
enemigos, sino partes necesarias que juntas crean el camino. El iniciado debe
comprender que la sabiduría no está en rechazar ni sólo en aceptar las dos
caras, sino en caminar consciente de ellas, vigilante y equilibrado en cada
paso. El límite que protege el pavimento nos invita a respetar las normas de la
logia, la fraternidad y la disciplina interna que son el marco para su
desarrollo. Esta "cuadrícula" simboliza también la búsqueda del
orden, la estabilidad y la estructura necesarios para el crecimiento personal,
social y espiritual. El piso mosaico, en suma, nos señala que la verdadera
iniciación es un viaje que requiere tolerancia, equilibrio, respeto y
constancia, pues solo así se puede avanzar hacia la luz y la verdadera
comprensión.
El piso
mosaico es un símbolo masónico muy importante que representa la dualidad de la
vida mediante un patrón de cuadros blancos y negros que se alternan. Este
pavimento, ubicado en el centro del templo o logia, refleja la coexistencia de
opuestos en el mundo: luz y oscuridad, bien y mal, vida y muerte. Es una
representación gráfica de cómo en la existencia humana siempre hay fuerzas
contrapuestas que debemos entender y equilibrar.
El
significado de que sea blanco y negro está en que estos colores expresan las
dos caras de la realidad: lo positivo y lo negativo, lo visible y lo oculto,
que conviven en la vida y que guían la experiencia moral y espiritual del
masón.
El piso
está limitado en su perímetro por un borde dentado, que para algunos autores
representa la unión eterna de los masones en fraternidad, una unión que
mantiene la armonía pese a las diferencias individuales. También se dice que
ese límite señala la frontera del espacio sagrado donde se llevan a cabo las
enseñanzas y el trabajo masónico.
Mi
apreciación personal basada en el ritual y el manual de Lavagnini es que este
símbolo nos invita a reflexionar sobre la importancia de reconocer y aceptar
los opuestos dentro de nosotros mismos y en el mundo. El piso mosaico nos
enseña que no podemos vivir ni entender la luz sin la sombra, ni el bien sin el
mal, y que la verdadera sabiduría está en buscar equilibrio y sentido en esta
pluralidad. Más allá de ser un adorno, es un recordatorio constante para el
aprendiz y el hermano para avanzar en su transformación personal con humildad y
discernimiento. el piso mosaico nos conecta también con los "pares de
opuestos" y la multiplicidad que engendra la dualidad, enseñándonos que el
trabajo masónico es un camino para superar la ignorancia y alcanzar un
conocimiento más profundo y racional, no solo superficial o sensible. El piso
mosaico tiene cuadros blancos y negros alternados Simboliza la dualidad: luz y
oscuridad, bien y mal. El borde dentado limita el espacio como símbolo de unión
fraternal.
Invita a
buscar equilibrio entre opuestos en la vida y en uno mismo. Es un recordatorio
para el trabajo personal del masón en su camino.
El piso mosaico, para el iniciado, no es solo
un símbolo decorativo, sino un mapa visual y un maestro silencioso que le
enseña a aceptar la dualidad de la existencia, a respetar los límites del
espacio sagrado masónico y a comprometerse con una búsqueda constante de
equilibrio, luz y fraternidad. Este símbolo es fundamental para comprender que
el camino masónico es un viaje de transformación personal que abraza tanto la
luz como la oscuridad para crecer en sabiduría y hermandad.
Es la primera lección simbólica sobre la
complejidad y ambigüedad de la vida. Así como caminamos sobre un suelo de
contrastes, debemos aprender a reconocer que en la vida no existen
absolutismos, sino que todo tiene su par opuesto, y al comprenderlo se busca un
equilibrio que nos permita avanzar con sabiduría. El iniciado al pisar este
piso recuerda que su crecimiento personal pasa por manejar estas dualidades
dentro de sí mismo. No es solo blanco o negro lo que hay en uno, sino una
mezcla que hay que equilibrar.
En mi iniciación masónica, me ofrecieron dos bebidas con
sabores opuestos: una bebida amarga y otra dulce. Al beber la amarga, sentí
cómo simbolizaba las pruebas y dificultades por las que todos debemos pasar en
la vida. Reconocí en ese sabor el sufrimiento, las equivocaciones y los miedos
que forman parte de mi camino hacia el crecimiento personal. Es un recordatorio
de que debo aceptar los momentos difíciles como parte esencial de mi
aprendizaje y fortaleza interior.
Luego, al beber la bebida dulce, comprendí que
simboliza la paz, la serenidad y las recompensas que vienen tras superar esos
obstáculos. Esa dulzura me invitó a valorar los momentos de alegría,
satisfacción y armonía que también son parte de mi existencia. El contraste de
ambas bebidas me enseñó que en mi vida habrá siempre luz y sombra, experiencias
dulces y amargas, y que mi tarea es aprender a vivir en equilibrio y
fraternidad ante todas ellas.
En este rito, el compromiso que asumí se
manifiesta en que si alguna vez traiciono los valores y juramentos masónicos,
lo que es dulce para mí se volverá amargo. Por eso, al aceptar estas bebidas,
también acepté vivir con responsabilidad, sabiduría y coraje, integrando en mí
la aceptación de la dualidad de la vida para avanzar con luz y verdad en mi
camino masón.
Es mi palabra V:. M:.
Q:. H:. Carlos Davila Mestanza
Apr:. Mas:. de la B:. R:. L:. S:. Delfos N° 3
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